"Ana sonreía y le transmitía su sonrisa a Vronsky. Si se quedaba pensativa, él se ponía serio. Una fuerza sobrenatural atraía los ojos de Kitty sobre Ana. Estaba encantadora con su vestido negro tan sencillo, eran bellos sus torneados brazos adornados de pulseras, bello su cuello firme, en el que lucía un hilo de perlas; encantadores los graciosos movimientos de sus piececitos y de sus manos, y encantador su bello rostro animado; pero había algo terrible y cruel en su encanto.
Kitty la miraba más embelesada que antes y sufría cada vez más. Se sentía anonadada, y su expresión lo demostraba".
L. Tolstoi, Ana Karenina.
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